Por Stephanie Montero Trujillo
La historia de la ciencia se concibe como un camino intrincado, lleno de aciertos y rechazos, de teorías y leyes, la historia la hacen los hombres. Un hombre, a quien siempre he tenido el gusto de mencionar, es Martinus Willem Beijerinck, padre de la virología, microbiólogo, botánico y naturalista que junto con Louis Pasteur, Robert Koch y Sergei Winogradsky formaron la disciplina que conocemos ahora como Microbiología.
Martinus Willem Beijerinck (1851-1931)
Beijerinck nació un 16 de marzo de 1851 en Amsterdam, sus padres fueron; Derk Beijerinck y Jeannette Henriette van Slogteren, tuvo un hermano y dos hermanas. Su infancia fue muy modesta, su padre dedicaba el tiempo a sus plantaciones de tabaco que lamentablemente fueron devastadas por una agente desconocido hasta entonces. La familia sufría de una austeridad tremenda y al no poder solventar una escuela para el pequeño Martinus, su padre fue quien le enseñó las materias básicas, además del francés, inglés, alemán y nociones de astronomía y física. A los 12 años fue inscrito en una escuela, a pesar de la desventaja en la que se encontraba, siempre fue un alumno destacado, inclinándose siempre por la botánica.
Con ayuda de sus familiares ingresó a la Universidad Politécnica de Delf, donde estudió Química, llegando a conocer al primer Premio Nobel de Química; J. H. Van’t Hoff. Se graduó en 1872 y se inscribió en la Universidad de Leiden para seguir estudios de biología, obteniendo su doctorado en 1877. Se dedicó a la docencia en escuelas, asesoramiento en plantas de producción de levaduras y alcohol, investigación en sus horas libres y a la cátedra en la Universidad de Delf.
Siempre fue conocido como un científico peculiar, que creía que no existía nada más interesante que la ciencia y por eso no comprendía que sus alumnos y discípulos tuvieran otras prioridades, nunca fue un maestro popular y muchas veces condenaba los errores de sus estudiantes.
A pesar de su impopularidad aún en nuestros tiempos, fue Beijerinck quien demostró que el mosaico del tabaco, enfermedad que arrasaba con las plantaciones, era causado por un agente filtrable, es decir, no bacteria no hongo, describiendo incluso el ciclo de replicación intracelular de este agente, que como sabemos ahora, se trataba de un virus. ¿Qué otras cosas le debemos a este genio incomprendido? El entendimiento del rol ecológico de las bacterias del suelo; Rhizobium, Bacillus y Azotobacter, su influencia en el crecimiento de las plantas, nutrientes que les proporcionan y especies patógenas que son inhibidas, la fermentación butírica por Acetobacter melanogenum y la fermentación ácido láctica por Lactobacillus sp,, ambos implicados en la industria láctea de manera perjudicial y benéfica respectivamente, también fue pionero del estudios de bacterias bioluminiscentes, Photobacterium y el cultivo puro de algas.
Por sus logros científicos recibió la Medalla de Leewenhoek de la Real Academia de la Ciencias de Amsterdam, fue nombrado miembro honorario de la Real Sociedad Botánica de Edimburgo y fue candidato al Premio Nobel de Química.
A los 70 años este notable científico se retiró del mundo de las ciencias falleciendo en 1931, su vida estuvo llena ciencia, de observaciones, de tiempo completo en el laboratorio, de grandes aspiraciones y con grandes motivaciones, fue él quien desde su respetable punto de vista aseguraba que la vida familiar era incompatible con los quehaceres científicos, bien o mal, este personaje logró trascender con sus hallazgos influyendo indirectamente en nuestra vida diaria, a pesar de su constante impopularidad.